Por Diana Rockombia – www.rockombia.com
En colaboración para Rockero, Rockombia y Factor Metal
Genialidad, simple y basta genialidad, así podemos definir a Emperor, un proyecto musical que moldeó la conceptualización del black metal como una propuesta y expresión artística. Bogotá fue plaza del círculo selecto, oscuro y auténtico que representa la exaltación de la fuerza interna que comanda la realidad humana. Una fina trasgresión desde la elegancia, que sólo el imperio de Ihsahn podría convertir en manifiesto universal.
Hablar de Emperor en vivo, es comprender y trascender en el estereotipo del adepto y fiel seguidor del ‘yo interior’. El 15 de mayo de 2022, casi 3000 mil asistentes desbordaron euforia frente a una de las insignias del black metal europeo. Esto no es un concierto de reactivación económica, jamás lo fue. Ser o sentir el black, es irrumpir en todo tipo de doctrina. El satanismo temeroso, ese satanismo negado por hordas nubladas de analítica, recordó que el motor de todas nuestras acciones, sólo puede ser encendido en atmósferas nihilistas.
Siendo las 9 de la noche, un telón matizado, desgarrado y pulcro, imponía soberanía, al tiempo que luces azules y verdes iluminaban – valga la redundancia – la alineación más esperada. En el centro, Vegard Sverre Tveitan (Ihsahn), fundador de esta escuela que cumple 29 años de hegemonía y acople extremo. Y aunque la burocracia teatral mostraba una banda, el escenario y sus melodías inspiraban frecuencias de admiración y poderío. Ihsahn saludaba y agradecía a su público colombiano, por este momento de máximo culto y libertad, de paciencia y magnificencia musical. Detrás de su voz, de sus riffs, el líder de la batalla – el viejo Prometheus – esparcía fuego al interpretar ‘In the Wordless Chamber’, canción que enmarca la etapa más vanguardista de Emperor. Una etapa que acentó y dio nuevas connotaciones a la construcción lírica del metal negro puro. Emperor tiene grandes méritos sonoros e históricos; gracias a ellos, el black obtuvo una categoría basta, emblemática y audaz, siendo replicada por agrupaciones que cultivaban la misma línea como Mayhem o Burzum.
Muchos queríamos que se pasara el tiempo lo más lento posible, la voracidad escénica de Emperor recarga hasta la más mínima neurona caída en combate. Si fuese una lidia bélica, uno podría pararse y convertir el dolor y la herida en evidente electricidad. Los decibeles deambulaban entre el clamor, dando en el dardo. ‘Thus Spake the Night Spirit’ mantuvo la carga, remontándonos a la segunda placa discográfica de la agrupación, donde la presencia de teclados obtuvo gran protagonismo y relevancia, en la creación de atmósferas vibrantes para los oídos. Fácilmente, Emperor es una apuesta musical que narra una evolución filosófica en placas metálicas, una especie de daguerrotipia alucinógena, pero con los pies bien aferrados a la tierra.
La batuta daba la orden cual vil misil, dando paso a otro tema de 1997, ‘Ensorcelled by Khaos’, un comienzo que permitía un ligero respiro para conectarnos con la memoria audiovisual, que nos hereda años de cerveza, bares y cabeceo. ‘The Loss and Curse of Reverence’ nos sitúa en la etapa media de Emperor, una época donde la creatividad tenía el reto de combinar cuadro a cuadro en un tape, en vídeo, una cinta beta o un recordado VHS, imágenes solemnes del maestro Ihsahn con su capa negra. Para este momento las paredes del Royal Center caían una hiperhidrosis asfixiante, la presencia de ese oxígeno caliente, al que algunas veces hago mofa como “olor de macho trve” se intensificaba al contemplar las variaciones vocales entre lo limpio y gutural de ‘With Strength I Burn’, canción que desborda recursos musicales que pendulan entre lo pagano y lo épico.
No se alcanzaba a parpadear, cuando los golpes a los thumbs, ejecutados por Trym Torson, ponían en jaque las pulsaciones de los asistentes, pues era la señal que nos adentraba a finales de los 90, con el tema ´Curse All You Men!´ de su disco IX Equillibrium. Y a partir de este lapso, el llamado de la tierra, de la raíz, comenzaría a comandar esta noche ceremonial. La descarga de ultratumba desfiló entre las escalas, intervalos y combinaciones sombrías del álbum ‘In the Nightside Eclipse’ con 4 canciones saga: Towards the Pantheon, The Majesty of the Nightsky, I am the Black Wizards e Inno a Satana. Fue la extraordinaria oportunidad de vislumbrar a Samoth, guitarrista, productor y secuaz de Ihsahn, en este viaje atractivamente siniestro.
Creo que para muchos, un show un domingo puede ser un sacrilegio, diría que muy en el fondo de la psiquis humana, había un ambiente que murmuraba una ansiedad llena de apostasía. Era hora de renunciar a la tradición, se quería celebrar, es decir, no se quería ir a trabajar al día siguiente, puesto que este evento, este brutalísimo encuentro, era parte de la espera que nos dejó una pandemia, que al parecer seguirá siendo eterna. Los tapabocas quedaron atrás, todos respirando melancolía exquisita, magistral e inspiracional.
Emperor daba sus últimas pinceladas, irrigando un nuevo lance con Alsvartr (The Oath) y Ya Entrancemperium, melodías infaltables en este periplo musical noruego, que culminaría con ‘Cosmic Keys to my Creations & Times’ y ‘The Wanderer (Outro)’.
Emperor es una experiencia de alto nivel cultural, intelectual y polifónico. Un show que guarda la esperanza de volverse a ver en otros marcos o espacios artísticos. Es una banda que fecunda resistencia al paso del tiempo. Un buen comienzo y con pie derecho para el gremio promotor de eventos en el país. Los aplausos de pie son para todos los que conformaron y construyeron este hito y recuerdo, es decir, para todos los que pudimos sobrevivir a la devastadora secuela de un virus, para quienes presenciaron esta fiesta negra en otros planos, para quienes permitieron hacer de la música nuevamente la mejor vacuna para soportar la mísera, mística y paradójica existencia.
