Anoche, el Movistar Arena se transformó en un altar de oscuridad y furia sonora, cuando la gira «The Unholy Trinity» compuesta por Behemoth, Deicide y Nidhogg; hicieron vibrar la capital con una velada de death y black metal extremo. Lo que prometía ser un ritual auditivo se volvió una experiencia visceral e intensa para los cientos de asistentes que llenaron el recinto. Desde antes de la apertura de puertas, filas de fanáticos con camisas negras, parches de bandas y tatuajes exhibían su fe en lo extremo. La logística respondió bien: el ingreso fue ordenado y la producción técnica del recinto permitió que la espera no se volviera insoportable. La tensión crecía al compás de rumores de cuál sería el setlist de cada banda.
El polaco Nidhogg fue el encargado de inaugurar la noche. Su propuesta, fresca pero ya con sello propio, combinó voces guturales, riffs precisos e intensidad escénica. Interpretó temas de su reciente álbum Narcissus, provocando que el público caliente motores con entusiasmo y respeto. Aunque su puesta en escena no contó con la magnitud visual de sus compañeros, su entrega musical fue contundente y dejó claro por qué fue elegido como punta de lanza de la velada.

Deicide: la furia del death clásico
Cuando Deicide subió al escenario, la atmósfera se transformó. Con Glen Benton y su característica presencia oscura, la banda desplegó un torrente de furia y brutalidad. Benton apareció con la mirada fija y desafiante. El setlist fue una descarga de historia pura del death metal: When Satan Rules His World, Once Upon the Cross, Sacrificial Suicide, Dead by Dawn, y Homage for Satan sonaron como himnos blasfemos de otra era.

El sonido fue brutal: los bajos de Benton dominaban el espacio, mientras las guitarras se perdían en el muro de decibeles. La banda sonó firme, directa, y con un aura de veteranía que aún impone respeto.
La entrega del público fue energica: los pogos no dieron tregua y cada “Dead by Dawn” fue coreado como un ritual colectivo.

Behemoth: el ritual final
El plato fuerte llegó con Behemoth. La banda polaca desplegó un show que combinó teatralidad, oscuridad simbólica y una potencia sonora arrolladora. Con su más reciente álbum The Shit ov God como eje central, interpretaron temas que exploraron lo espiritual, lo humano y lo blasfemo. Desde el primer segundo, quedó claro que su show es una experiencia más cercana al teatro ritual que a un concierto de metal tradicional.

El setlist fue demoledor en estructura: Ora Pro Nobis Lucifer, Demigod, Blow Your Trumpets Gabriel, Bartzabel, Conquer All y O Father O Satan O Sun! (en el encore) articularon una liturgia donde lo blasfemo se volvió arte. Nergal dirigió el escenario con la frialdad de un sacerdote oscuro. Cada gesto fue ensayado, cada pausa calculada. Su voz, potente y clara, dominó la mezcla, pero el sonido general fue excesivamente procesado, lo que restó crudeza a temas que en vivo deberían retumbar con más visceralidad. El público, dividido entre la admiración estética y la necesidad de energía más orgánica, respondió con entrega y emocion

El público respondió con fervor: mosh pits, cabeceos sincronizados y cánticos acompañaron cada cambio de acorde. En los momentos más íntimos, el silencio respetuoso marcó el instante, para luego estallar en aplausos y gritos que parecían retumbar hasta el techo del Movistar Arena. Se vio una comunión entre banda y asistentes; que estallo en la reaccion del publico con vitores y gritos. Bogotá vivió una noche histórica para la escena del metal extremo. Behemoth, Deicide y Nidhogg no solo cumplieron las expectativas, sino que elevaron el concierto a la categoría de ritual colectivo, donde la brutalidad sonora, el simbolismo oscuro y la entrega del público confluyeron en una experiencia que pocos presenciarán de nuevo en esta magnitud. Si alguien se preguntaba si la capital estaba lista para albergar shows de este calibre, la respuesta quedó estampada en el estruendo del Movistar Arena: sí, lo está.
Imagenes cortesia Breakfast Live