Cuando “The Wall” llegó al cine

“Pink Floyd – The Wall” fue estrenado en el Festival de Cannes en mayo de 1982, y se convertiría en uno de los títulos más conocidos en la filmografía del director británico Alan Parker. La adaptación de la ópera rock del mismo nombre probó ser un reto para todos los involucrados, ya que no fue fácil compaginar la visión artística del equipo que llevó a cabo el proyecto.

Parker tenía la experiencia de llevar al cine “Fame”, un exitoso musical. Junto a él estaba Roger Waters, el bajista de Pink Floyd y autor de todo el concepto narrativo y temático detrás del álbum “The Wall” de 1977. Se les sumó el caricaturista político Gerald Scarfe, encargado de las animaciones. Finalmente, aunque se había considerado que Waters podía ocupar el papel protagónico de la película, el director no estuvo convencido y puso en su lugar al músico y cantante Bob Geldof (The Boomtown Rats).

Parker, Waters y Scarfe tuvieron continuas disputas durante la producción, hasta el punto en que el director describió esta filmación como “una de las experiencias más miserables de mi vida creativa”, mientras que Scarfe se bebía un trago de whisky cada mañana para soportar el día que tenía por delante. Geldof también tuvo problemas: en una de las escenas sufrió un accidente en su mano, y al no saber nadar las escenas en que aparece flotando en la piscina requirieron de todo un trabajo de cámara y una base para sostenerlo por encima del agua.

The Wall puede verse como tres hilos narrativos trenzados: el primero es la infancia de Roger Waters, con un padre ausente que ha fallecido en la guerra; el segundo es la historia de una estrella de rock y su descenso en la locura, similar a la vida del fallecido miembro de Pink Floyd Syd Barret, y finalmente como una exposición del fascismo y sus horrores.

La historia describe la crisis emocional y mental de la estrella de rock Pink Floyd, papel protagonizado por Geldof. Su vida nos es explicada mediante una serie de flashbacks: su infancia, la relación con su madre, su vida como músico, su matrimonio y finalmente la sensación de soledad que lo envuelve mientras ve cómo su vida se hace pedazos.

Pese a las dificultades la película consiguió triunfar como un esfuerzo colectivo: la música de Pink Floyd acompaña de manera natural las escenas, mientras que la animación de Scarfe ayuda a construir todo el simbolismo emocional y político presente en “The Wall”; los martillos que marchan, la terrorífica ave que se trasforma en un bombardero, el profesor introduciendo a los alumnos en una picadura de carne y demás imágenes quedaron grabadas en la memoria colectiva de su tiempo y se conservan como la mejor ilustración de un sistema represivo.

Sin duda un hito del séptimo arte que vale la pena ver de nuevo para comprender mejor la visión de mundo de Roger Waters.