Apenas pasado el mediodía, el Parque Simón Bolívar comenzaba a llenarse de nuevo. Era el último día del Festival Estéreo Picnic 2025, pero en el ambiente no se sentía una despedida. Más bien, flotaba una sensación de promesa. De algo que estaba por culminar, sí, pero también de algo que recién empezaba a dejar huella.
Desde temprano, el Escenario Johnnie Walker se activó con la presentación de Chell, una voz joven, limpia, que parecía flotar sobre las primeras brisas del domingo. Su pop etéreo, íntimo, fue una invitación a respirar profundo. En el Escenario Adidas, Juliana, quédate otro día ofrecía otra textura: melodías dulces, letras sinceras, un folk-pop que abrazaba desde lo cotidiano. En paralelo, Canales Nacionales abría el Escenario Presente con un junte experimental de rock, post punk y electrónica que sacudía el mediodía

A las 3:45 p.m., bajo la nublada capital, Ela Taubert ofrecía un set fresco, emocional y preciso. En el Presente, Nessa Barrett generaba otro tipo de conmoción: adolescentes cantando a gritos, letras que hablaban de heridas abiertas y resiliencia digital. Fue un momento vibrante, íntimo y ruidoso a la vez.
Cuando le quedaba poco a la luz del día, apareció el dúo venezolano Alleh & Yorghaki. Su show fue una sorpresa grata: una fusión elegante de electrónica, latinidad y exploración vocal. Desde el Escenario Presente, lograron construir un puente entre lo emocional y lo bailable con su merenguetón.
Al caer la noche, dos escenarios ofrecían intensidades distintas. En el Presente, Inhaler desplegaba su rock alternativo con precisión. En el Johnnie Walker, Mon Laferte transformaba su concierto en un manifiesto emocional. Su presentación fue teatral, sensual y sofisticada. Con bailarines en escena y un tono de cabaret cuidadosamente construido, ofreció una experiencia de histrionismo musical. Del ska a la cumbia, del drama a la ternura, tejió el hilo de un continente. “Tu falta de querer” fue uno de varios clímax: un coro desgarrado de un público joven, quizás más que en días anteriores, estalló en lágrimas, gritos y emoción.
Entre ese éxtasis y el siguiente acto, una batucada con estética queer abrazó el recorrido. Tambores, cuerpos en danza, teatralidad disidente. El colectivo Mambako & Lets, agrupación artística de tambores, danza y teatro, acompañó al público hacia el escenario Adidas, donde una de las bandas más esperadas de la jornada estaba por salir.
Y entonces, Empire of the Sun. Ya tienen el sello de una época. Desde el primer acorde, su estética futurista y teatral dominó el Adidas: invitados surreales en escena, visuales desbordantes, y hasta una guitarra rota en medio de la euforia. “We Are the People” fue un grito colectivo, una de las explosiones más emocionantes del festival.
Y cuando parecía imposible que la gente siguiera cantando después de cuatro días, Olivia Rodrigo emergió en el Johnnie Walker como un huracán pop. Dueña de un carisma feroz y una banda afilada, pasó de la dulzura adolescente al grunge emocional sin despeinarse. “Drivers License” fue himno; “Good 4 U”, estallido. Olivia no solo canta para una generación: la representa. La afirmación de su voz se sintió como la continuación natural de lo que Mon había dejado en el aire: una juventud que canta sin miedo.

Al otro extremo del parque, Ela Minus encendía el Escenario Presente con una propuesta en blanco y negro —excepto por los cintos rojos de su pelo—, pero luminosa en su música. Su puesta en escena tuvo visuales que parecían hacer guiños al artista sonoro Ryoji Ikeda, maestro del arte digital abstracto. Con gestos corporales que evocaban a Björk, cantó de espaldas, bailó sutil, sonrió a la cámara. Más que un concierto, fue una aventura compartida. Su presencia es contundente y el apoyo del público, incondicional.
Mientras tanto, en el Club FEP Coke Studio, la fiesta electrónica había comenzado desde la tarde con MJ y Felinah, y se extendió con sets de Sguzr, AK Sports, Briela, Dollhouse y Villaseñor, cerrando con un DJ sorpresa no anunciado que mantuvo a los más fieles en movimiento hasta el amanecer. Fue un santuario alterno: un club dentro del festival, una celebración del beat y la noche.
En el Adidas, Rüfüs Du Sol cerró la jornada grande con un show que fue montaña rusa emocional. Desde los primeros acordes, se sintió la entrega total: un viaje sonoro lleno de texturas, luces líquidas y voces que se desvanecían como espuma. “Innerbloom” fue uno de esos momentos en que el cuerpo se detiene y solo queda flotar. Una fórmula que no falla: sabe lo que el público quiere y lo que necesita.
Y como si eso no fuera suficiente, Caribou clausuró el Presente con un set impecable: capas de sonido que se entrelazaban como hilos de luz. Una alquimia electrónica y emocional. Música para agradecer. Para irse en paz. Así terminó el Estéreo Picnic 2025. Con aplausos largos. Con cuerpos rendidos y felices. Con miradas que sabían que algo especial había pasado.
Porque este año —como quedó claro desde MIEL hasta Caribou, desde Lunalé hasta Olivia— la curaduría fue apuesta, la técnica fue entrega, y el público fue hogar. Fueron más de 34 artistas colombianos en tarima, 16 de ellos bogotanos. Fueron voces, ritmos y tambores que mostraron un país y un continente.